martes, 12 de febrero de 2013

¿Existen condciones políticas y sociales para acabar con la corrupción en España?


Hay que cambiar muchas más cosas de las que a primera vista parece, si realmente queremos acabar de raíz con la corrupción política en un país tan propenso a ella como es el nuestro.
Según iba reflexionando en las medidas que son necesarias para acabar con esta lacra, me iba dando cuenta de las múltiples rendijas por las que se puede colar la corrupción y fui entendiendo, que tenía que atenerme al popular dicho de vísteme despacio, que llevo prisa, ya que por mucha prisa que uno tenga por hacer una propuesta rápida anticorrupción y sumarla, como una más, a las muchas que se supone que se harán desde la sociedad civil antes de que se debatan en el Congreso de los Diputados las medidas superficiales anticorrupción que se están manejando los partidos, lo cierto es, que proponer medidas que tapen todas las grietas por donde se puede colar la corrupción no es algo que se pueda pensar y escribir en un abrir y cerrar de ojos, como prometía en mi carta anterior en un gesto de voluntarismo infantil impropio de mi edad y de manera de ser.
Y digo más aún: Cuanto más pienso las cosas, más llego a la conclusión de que pude no ser suficiente para acabar con la corrupción con la puesta en marcha de un paquete de medidas radicales, exigentes y duras contra la misma, ya que la sociedad española -que de España hablamos- presenta demasiadas carencias respecto a la moral y ética que sería requerible para impedir que no vuelvan a repetirse nuevos escándalos.
Cuando vemos que en otros países europeos dimiten los políticos por inmoralidades sociales o corruptelas políticas infinitamente menores que las que ocurren por aquí, no debemos pensar que es porque allí las leyes son mas severas o porque los dimitidos tienen una cierta moralidad política que les lleve a ello -de tenerla, no hubieran robado- sino que cuando el delincuente político dimite es porque sabe, que la conciencia moral y ética de la ciudadanía del país donde ha robado y del partido al que pertenece, es de tolerancia cero ante la delincuencia política y, en tan adverso contexto, entiende que no le queda otra opción que la de dimitir tan pronto como ha sido descubierto.
Sin embargo en España la presión social ante la corrupción política brilla por su ausencia y si nos atrevemos a escuchar nuestra conciencia y a ser autocríticos con nosotros mismos, que por ahí debemos empezar, tenemos que admitir que la mayoría social estamos tan cerca o más del encubrimiento, la permisividad, el mirar para otro lado y el “y tú más”, que de sentir asco y repugnancia de que existan en nuestro país ladrones políticos capaces de mangar el dinero público de todos, que es el robo más repugnante e intolerable a mucha diferencia que cabe cometer, ya que, estos delincuentes no solo roban nuestro dinero, sino que además tienen el cinismo de engañarnos a los propios estafados, para que, con nuestro voto, los coloquemos en el lugar adecuado para robarnos.
Pero es que, además, la corrupción política en España presenta dos rasgos característicos que lo agravan todo sobremanera, el primero de los cuales es, que casi toda ella se ejerce desde arriba, desde las altas esferas de las instituciones de la Nación, de las CCAA y de los partidos, desde dirigentes políticos de mucho renombre. También ha salido corrupción en los niveles intermedios, pero mucho menos. Y el segundo es, el de la corrupción que tiene que ver con la posible financiación ilegal de los partidos, que cuesta mucho imaginarla por muchos datos que aparezcan, ya que una financiación clandestina de un partido paralela a la legal, no la puede decidir ningún dirigente por su cuenta, si no que implica inevitablemente el acuerdo colectivo de la cúpula dirigente o al menos el visto bueno o la autorización de la misma, para que alguien lo haga, aunque luego, si vienen maldades, aparezcan como cabeza de turcos o testaferros una o dos personas solamente para intentar salvar al resto.
Las consecuencias que generan esta reala de políticos sinvergüenzas son evidentes: Desacreditan y destrozan la imagen del partido en el que militan y de la institución desde la que roban, denigran la vida política del país en general y desprestigian a España ante el mundo entero.
No nos engañemos, si de verdad existiera una conciencia ética y moral suficiente en el seno de los partidos sobre la delincuencia política, no hubiera sido posible resistir un cuarto de siglo -tiempo transcurrido desde los primeros escándalos- sin tomar medias anticorrupción y menos aún, cuando el chorreo de escándalos se han venido produciendo de forma continuada. Ni tampoco habría sido posible resistir tanto tiempo con la cabeza debajo del ala, si esa conciencia ética y moral ciudadana se hubiera dado en grado y mayoría suficiente, porque sus presiones, sus movilizaciones y su castigo en las urnas habrían obligado a los partidos a tomarlas. Sirva como retrato de que la ciudadanía tampoco estamos a la altura de nuestros deberes ante la corrupción, los dos siguientes y significativos ejemplos:
Dirigentes del PP estaban ya sumidos en escándalos de corrupción en media España -Castellón, Valencia, Madrid, Baleares. Galicia, etc.- cuando llegaron las elecciones generales y, sin embargo, ello no fue obstáculo para que la ciudadanía le otorgara la mayoría absoluta en las elecciones generales al PP. A pesar del escándalo de los mil millones de euros de los ERE en Andalucía con dirigentes del PSOE como culpables, este partido sufre en las elecciones andaluzas un descalabro electoral bastante menor que el recibido en otros comicios autonómicos.
Y ha sido menester que estallara el caso Barcenas con todas sus ramificaciones y escandalosas involucraciones, para que, al fin, la ciudadanía despertemos y nos llevemos las manos a la cabeza
Ya sé que a la hora de votar se tienen en cuenta varios factores y no sólo uno, pero que la corrupción política por sí misma no haya sido un factor suficiente como para dejar de votar a un partido, ni siquiera en los sitios donde ha pegado tan duro, pone en evidencia que este latronicio, aunque no guste, es digerible socialmente y que estamos bastante lejos todavía de tener la conciencia ética y moral que se precisa para imponer el principio de: tolerancia cero, ante la corrupción política que, sin embargo, sí se ha alcanzado en muchos países europeos.
Para generar unos valores ciudadanos éticos y morales mayoritarios de tolerancia cero ante la corrupción, se necesitará tiempo y, sin duda, muchos cambios culturales y sociales en los partidos y en la sociedad civil y tocará hacer muchas campañas públicas semejantes a las que se han venido realizando, por ejemplo, contra la violencia de género. Pero ¿está el gobierno en condiciones morales y de credibilidad para hacerlas con la mierda que tiene encima? Es evidente que no y también lo es, que algunas de las medidas anticorrupción que se propongan deben apuntar en la dirección de encontrar soluciones para superar cuanto antes este gran vacío de credibilidad.
En fin, así de jodido está el estercolero de la corrupción en estos momentos. Hechos ya los preámbulos necesarios en esta carta y la anterior, en la siguiente toca exponer medidas concretas contra la corrupción. La primera será, la financiación de los partidos políticos. Me dirigiré también a Nicolás, que no le ha gustado que lo deje al margen.

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